Erase una vez un pequeño líder sindical que se pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando su puesto y, como muchas veces se aburría, pensaba cosas que hacer para divertirse.
Un día, decidió que sería buena idea divertirse a costa de la gente del pueblo que acudía a sus asambleas. Se acercó y empezó a gritar, Socorro! El lobo! Ya vamos a volar!
La gente del pueblo cogió su maleta y corriendo fueron a la asamblea a escuchar al pobre lidercitorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron, descubrieron que todo había sido una broma pesada del líder. Y se enfadaron.
Cuando se habían ido, al líder le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar: “Asamblea! ya vamos a volar!”
La gente del pueblo, AL volverlo a oír, empezó a correr otra vez pensando que esta vez sí que se había presentado el inversionista, y realmente les estaban a punto de retomar el vuelo. Pero al llegar donde estaba el líder, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados.
A la mañana siguiente, el líder volvió a ASSA con sus ovejas. Aún reía cuando recordaba correr a los aldeanos. Pero no contó que, ese mismo día, si vio acercarse a el inversionista. El miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar, Socorro! El lobo! Que viene el inversionista! ya vamos a volar! Auxilio!
Pero esta vez los aldeanos, habiendo aprendido la lección los meses anteriores, hicieron oídos sordos.
El lidercillo vio como el lobo se abalanzaba sobre sus aviones, liquidaciones, contratos y chilló cada vez más desesperado:
Socorro! ya está el escalafón! ya están las liquidaciones! adiestramientos! secuencias! - pero los aldeanos continuaron sin hacer caso.
Es así, como el lidercito vio como, nunca más votaron por él. Y se arrepintió en lo más profundo de la broma que hizo durante más de 10 meses.
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